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 ENTREVISTAS Y ESPECIALES
Saqueos y destrucción del arte, constantes en la historia

Por Ernesto Pérez (ANSA) - ROMA, 15 ENE - Saqueos y destrucciones, en nombre de la religión o de la simple codicia y crueldad gratuitas, no son patrimonio exclusivo del Estado Islámico y sus últimos ataques contra el patrimonio mundial, sino una característica que se repitió a lo largo de los siglos.
    Si los pueblos y civilizaciones precedentes al cristianismo no emprendían guerras religiosas -el politeísmo las hacía innecesarias- sino por pura codicia y el deseo de evitar futuras represalias de los vencidos, a partir del edicto de Constantino que consagraba al cristianismo como religión única del Imperio Romano las masacres y saqueos se volvieron cada vez más frecuentes.
    La tesis pertenece al arqueólogo italiano Paolo Matthiae, descubridor en 1964 de la antigua ciudad siria de Ebla -hoy amenazada directamente por Daesh- y autor del nuevo libro "Destrucciones, saqueos, renacimientos: los ataques al patrimonio artístico, desde la Antigüedad al Estado Islámico".
    El arqueólogo, que hace cinco años dejó de ir a Ebla por la guerra civil siria, se remonta al año 2004 antes de Cristo, cuando Ur -la ciudad natal de Abraham- fue destruida por los elamitas, cantada pocas décadas más tarde por un poema sumerio y recuperada por el Bellum Civile del historiador latino Luciano.
    En el año 689 antes de Cristo se volvió realidad la maldición del profeta Isaías con la destrucción de Babilonia a manos del rey asirio Sennacherib, que se jactó de haber arrasado como un huracán la ciudad ("meretriz impúdica" según la Biblia) que Alejandro Magno había elegido como capital de su imperio y donde había muerto en el espléndido palacio de Nabucodonosor II.
    Como un ciclón pasó también Assurbanipal, destruyendo 14 ciudades elamitas, llevándose 36 estatuas de reyes en oro, plata, cobre y mármol.
    Roma misma llevó a cabo destrucciones completas como la famosa de Cartago en el 146 antes de Cristo, que le aseguró el dominio absoluto en el Mediterráneo en manos de los fenicios, por no hablar de la destrucción del templo de Jerusalén de parte del emperador Tito que llora el Antiguo Testamento.
    El cristianismo, entre otros graves pecados, destruyó la riquísima Biblioteca de Alejandría y organizó cuatro cruzadas distintas contra la ocupación de la Tierra Santa de parte de los musulmanes, donde en uno y otro campo se cometieron fechorías enormes de las que ambas religiones nunca se arrepintieron.
    Tamerlán destruyó Delhi en 1398 salvando sólo los templos musulmanes y más de un siglo después el cristianismo destruyó todo lo que hallaba a su paso en América Latina, como ya lo había hecho en Jerusalén, donde el Santo Sepulcro ocupó lo que fue el fastuoso templo de Afrodita.
    Tampoco la Revolución Francesa tuvo reparos en destruir iglesias, como hizo con la Catedral de Notre Dame de París, donde fueron derribadas las estatuas de 28 reyes de Francia, que en realidad eran las de los reyes judíos citados por la Biblia. En las últimas décadas el monopolio exclusivo de la destrucción del patrimonio artístico es del integrismo islámico, con el cañoneo de los Budas de Bamiyan de parte de los talibanes afganos y de las ruinas de Palmira de parte del Estado Islámico, pero no hay que olvidar tampoco los estragos en los templos camboyanos cometidos en nombre de la revolución jmer. PN/MRZ

15/01/2016 21:32

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