Las colosales ruinas romanas de las Termas de Caracalla se reflejan en el agua de una enorme tina minimalista y supercontemporánea.
Altos chorros evocan las antiguas fuentes, nubes de vapor se elevan ligeramente a intervalos para cubrir las imponentes paredes, un poco como debía ser hace 1800 años, cuando estos ambientes, relucientes de mármoles de todos los colores, llenos de estatuas, libros y jardines fragantes, eran un corazón palpitante de la Roma imperial, un lugar donde se cuidaba el cuerpo, sí, pero también el espíritu, la mente y los negocios.
El proyecto de remodelación que pretende revolucionar la experiencia de visitar el sitio arqueológico joya del área central parte de un signo de arquitectura contemporánea.
La idea, explicó la directora Mirella Serlorenzi, es precisamente esta: partir del agua que falta aquí desde el siglo V, cuando las grandes termas imperiales fueron abandonadas hasta su decadencia, para ayudar a los visitantes de hoy a redescubrir la esencia de los lugares de aquel tiempo.
"Con este espectacular espejo, la superintendencia quiere iniciar un proceso de renovación y apertura a la ciudad en uno de los sitios arqueológicos más importantes de la capital", subrayó la superintendente Daniela Porro al presentar el proyecto.
"Una intervención de arquitectura contemporánea que armoniza con la antigua, para consolidar el papel de las Termas de Caracalla como centro promotor de la cultura y el arte. El regreso del agua no es sólo una maravilla como un fin en sí mismo, una alegría para los ojos y para el espíritu, sino que quiere ser un símbolo concreto de reconexión con lo antiguo", agregó.
Junto a ella, Hannes Peer, el joven arquitecto del Tirol del Sur que creó el proyecto junto con Paolo Bornello, explicó que el nuevo "Specchio d'acqua", con sus mil metros cuadrados, pretende ofrecer a los visitantes "una experiencia atractiva e inmersiva".
El espejo, afirmó, "encarna los conceptos filosóficos de presencia y ausencia material, reverberando las ideas de Martin Heidegger. Una invitación a la contemplación y también un marco dinámico para las iniciativas culturales".
Con un coste de 500.000 euros y construido con fondos de la Superintendencia Especial, el estanque sobre el que se apoya ligeramente un escenario de espectáculos es en realidad sólo el primer paso de un plan destinado a restaurar la percepción de estos lugares tal como eran en la antigüedad.
"La zona verde se convertirá en un jardín botánico con arquitectura efímera y esencias fragantes, un lugar donde se podrá caminar y meditar como entonces, también traeremos aquí las mariposas y las abejas", anticipa la directora Serlorenzi.
Con una financiación inicial de 8 millones procedentes del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (Pnrr), la Superintendencia y el ministerio de Cultura, el proyecto incluye entre sus primeros pasos la reapertura de la antigua entrada de la Via di Caracalla, precisamente la que utilizaban los antiguos romanos hace dos mil años, con una nueva taquilla y dos zonas verdes abiertas a la ciudad.
El agua también será llevada al interior de las estructuras, evocada en los ambientes que alguna vez estuvieron destinados al cuidado del cuerpo. Y gracias a la seguridad de las estructuras, se planea reabrir al público en el futuro, incluso los espacios que han permanecido cerrados hasta ahora.
Mientras tanto, precisamente para recordar la estrecha relación que estos lugares han tenido con las artes, comenzamos con espectáculos e iniciativas culturales: la inauguración el 13 de abril con una nueva coreografía de Aterballetto, creada por Iratxe Ansa e Igor Bacovich sobre las notas de la "Rapsodia en azul" firmado hace exactamente cien años por George Gershwin.
También en este caso es sólo el primer paso: después del ballet será el turno de una exposición fotográfica y de una serie de encuentros sobre el no casual tema de Narciso y el espejo.
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